e-ISSN: 2448-8062
ISSN: 0188-431X
CARTAS AL EDITOR
Correspondencia: Rosa María González-Ramírez
Correo electrónico: ludoteca.hospitalaria@gmail.com; rmcardio@yahoo.com.mx
Rosa María González-Ramírez1
1Ludotecaria jubilada del Instituto Mexicano del Seguro Social
Según la Organización Mundial de la Salud, la calidad de vida es...
la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes. Se trata de un concepto muy amplio que está influido de modo complejo por la salud física del sujeto, su estado psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como su relación con los elementos esenciales de su entorno.1
Lo cierto es que la calidad de vida no es igual para todos los seres humanos; cada persona la percibe de acuerdo con su experiencia de vida. Por ello en esta ocasión sería pertinente hablar de los pacientes pediátricos hospitalizados en diferentes unidades del sector salud con múltiples patologías que implican un tiempo de hospitalización que puede ser de unas horas o hasta meses, lo cual conlleva que su calidad de vida sea afectada.
Mi experiencia como profesora y ludotecaria fue hace algunos años en una unidad hospitalaria y sin saber cuál sería mi función con los niños de enfermedad cardiovascular en un área de trabajo llamada Sala de Juegos.
Como el hospital era nuevo y aún faltaban áreas por equipar, entre ellas la Sala de Juegos, de entrada no fue fácil asignar recursos para ello, pero el “mérito fue una profesora que tenía muchas ganas de iniciar su actividad”; y, sin más detalles la Sala de Juegos ya tenía una mesa grande con seis sillas, una mesa con seis sillas para niños y una piñata lista para romperse con una dotación de dulces para los niños.
El inicio fue fácil y a la vez difícil… pues escuchaba los llantos de los niños a causa del dolor, la tristeza o por la sensación del abandono que los invade cuando sus familiares deben salir del servicio. Logré vencer mis miedos y mi tristeza por aprender mucho de las afectaciones patológicas y los procedimientos terapeúticos a los que no estaba acostumbrada; sin embargo, era mayor el deseo de poder ayudar a los niños de diferentes formas y siempre manteniendo la comunicación con los médicos tratantes, el personal de enfermería y, sobre todo, con la jefa del servicio.
A los tres meses ya tenía listo el primer cuento “Nuestro amigo, el catéter”, que servía para explicarles a los niños el procedimiento por medio de dibujos y la forma en que podían cooperar para sentir menos molestia, ¡imagínense la narración con diapositivas y una grabadora portátil, que reproducía la voz de una locutora que interpretaba a nuestro amiguito el catéter! Fue tal el éxito terapéutico, que la jefa de servicio decidió que se presentara en una sesión extraordinaria en el auditorio del hospital. Fue un gran reto, pero con el apoyo de cuatro enfermeras se montó una obra de teatro guiñol y un sociodrama muy ameno de los comportamientos adecuados y no adecuados del trato al paciente pediátrico antes y después del estudio de cateterismo. Estas obras también se presentaron en hospitales del hoy extinto Departamento del Distrito Federal (DDF) y del Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez.